Iñigo Urkullu quiere mantener la condición de lendakari al precio que sea. Aunque ejecute un plan que incluya un lavado de cerebro a los estudiantes a través del siniestro blanqueamiento de los asesinos de ETA.
El PNV ha iniciado un giro radical muy preocupante en el País Vasco. A pesar de su nacionalismo, casi siempre ha sido un socio verosímil para los distintos gobiernos de España. No obstante, ahora, obcecados en arrebatar parte de su electorado a Bildu, van caminos de convertirse en una formación con tics de una radicalidad intolerable.
Sucede, por ejemplo, con la intención del Gobierno vasco de llevar a los centros educativos durante el próximo curso un proyecto piloto para impartir una «memoria reciente» de la comunidad.
«Memoria» que, entre otros dislates diabólicos, muestra a los miembros de ETA como parte de una «revolución juvenil».